Tasmania . Un edén en el culo del mundo





Elevación


Por encima de estanques, por encima de valles,
De montañas y bosques, de mares y de nubes,
Más allá de los soles, más allá de los éteres,
Más allá del confín de estrelladas esferas,

Te desplazas, mi espíritu, con toda agilidad

Y como un nadador que se extasía en las olas,
Alegremente surcas la inmensidad profunda
Con voluptuosidad indecible y viril.

Escápate muy lejos de estos mórbidos miasmas,
Sube a purificarte al aire superior
Y apura, como un noble y divino licor,
La luz clara que inunda los límpidos espacios.

Detrás de los hastíos y los hondos pesares
Que abruman con su peso la neblinosa vida,
¡Feliz aquel que puede con brioso aleteo
Lanzarse hacia los campos luminosos y calmos!

Aquel cuyas ideas, cual si fueran alondras,
Levantan hacia el cielo matutino su vuelo
-¡Que planea sobre todo, y sabe sin esfuerzo,
La lengua de las flores y de las cosas mudas!

                                                       Ch. Baudelaire



Los días en la Australia continental ya tocan a su fin, y nos despedimos de este descomunal pedazo de tierra repleto de buena gente en la agradable ciudad de Melbourne, una metrópolis moderna y creativa, repleta de rincones que transmiten la inquietud de sus habitantes. Sus callejones, impregnados del arte urbano más colorista, muestran su espíritu vibrante. 













Como todas las grandes ciudades australianas, Melbourne es un lugar encantador que parece haber sido diseñado para el disfrute de la gente que lo habita. Abundan los parques, los enormes espacios abiertos y los carriles para bicis, lo que la convierte en un estupendo emplazamiento que incita a la actividad al aire libre. Es magnífico pedalear por estas calles.







Esta tarde tomamos el Spirit of Tasmania, el ferry que, cruzando las inquietas aguas del estrecho de Bass, nos ha de conducir a la australiana isla de Tasmania, situada al sureste del continente.


El barco es un mastodonte que tiene desde varios restaurantes hasta cine. En él pasamos una tranquila noche, a pesar de algún que otro inquietante zarandeo. Al poco de amanecer, estamos desembarcando en la ciudad de Devonport, al norte de la isla, que nos recibe con un contundente y doloroso frío gélido. Por suerte, no pasa mucho rato hasta que el sol empieza a regalar sus cálidas caricias primaverales y la temperatura asciende rápidamente. Ahora, la mañana es espléndida, pero ya estamos avisados de cómo lo vamos a pasar el día que el cielo esté cubierto, y es que cada vez nos encontramos más al sur, y aquí el polo está debajo y no muy lejos. Lo primero es ir a comprar unas cuantas prendas de abrigo, y lo segundo es darnos una vuelta por esta tranquila y bonita ciudad costera.



En Devonport vamos a ser acogidos por Bob y Vicky, unos amigos de Kieran, con quien pasamos unos días hace ya casi un mes en Stanwell Park. Bob, que trabaja para el departamento forestal, se conoce la isla de arriba a abajo, con lo que nos es de gran ayuda a la hora de diseñar la ruta que emprenderemos en breve.
Nuestro primer objetivo en Tasmania es la región montañosa de las Cradle Mountains, al sur de la ciudad. Hacia allí nos dirigimos, bajo un cielo azul radiante que invita a escalar cualquier montaña. Desde el fantástico lago Dove, iniciamos el paulatino ascenso a la Cradle Mountain, cuya majestuosa estampa nos muestra allá al fondo una oscura mole con sus escarpados picos nevados.



Algún que otro ualabí, una especie de pequeño canguro, asoma su cabeza entre la maleza, curioso por nuestra presencia.


A medida que ascendemos, vamos descubriendo preciosos lagos, mientras que la altura empieza a ofrecernos panorámicas sublimes.
Estamos alucinando con el espectáculo visual.







Unas horas más tarde alcanzamos el refugio donde pasaremos la noche. Se encuentra a los pies de la montaña, que ahora nos muestra de cerca sus impresionantes paredes formadas por espectaculares columnas de renegrida dolarita que contrastan con la deslumbrante blancura de la nieve.



Por aquí arriba ya hace bastante frío, y más ahora que se empiezan a formar espesas nubes que obstaculizan los preciados rayos de sol. Por suerte, el refugio dispone de chimenea, así que a recoger leña y a preparar un buen fuego que suavice la aterida noche que se avecina.


Desde la ventana observamos como un pequeño ualabí se acerca a comer de la húmeda hierba que rodea nuestra cabaña. Este lugar es una maravilla, y parece que lo vamos disfrutar en soledad, porque se empieza a hacer tarde y no ha aparecido nadie más. Tras una reconfortante sopa caliente nos vamos a dormir.


Al amanecer, las ventanas nos revelan una mala noticia. No hay ni rastro del sol, el cielo está totalmente encapotado y la cima de la montaña está cubierta por una espesa niebla. Además, las copas de los árboles se agitan vigorosamente por momentos. Hace mucho frío.
Abandonamos el refugio y continuamos ascendiendo, ahora a través de un poblado bosque que nos protege del  aguerrido viento.


A medida que vamos ganando altura, la visibilidad va disminuyendo debido a la densa niebla, lo que hace que desestimemos cualquier intención de alcanzar la cima, que ahora está muy cerca, así que iniciamos el descenso por la otra ladera. El bosque quedó atrás y ya nada nos protege del viento, además empiezan a caer pequeños copos de nieve.


En dos días, la montaña nos ha mostrado dos caras totalmente opuestas, algo que no deja de ser interesante, aunque ahora no haga mucha gracia. Un día piensas que estás en el sitio más bello del mundo y al otro te preguntas que por qué has venido.
Alcanzamos un refugio en el que sorprendentemente encontramos a una pareja brindando con champán francés, algo un tanto extraño en un lugar como éste. Pero nos explican que hace diez años se comprometieron en este mismo emplazamiento, así que están de aniversario. Eso tiene más sentido. La chica, Susie, está helada, así que le dejamos algo de abrigo y continuamos descendiendo juntos. Las condiciones empeoran por momentos, qué fea se pone la montaña cuando quiere.


A medida que perdemos altura, parece que el viento se suaviza y la niebla se empieza a disipar, permitiéndonos disfrutar de las últimas bonitas vistas.


Ya hemos culminado el descenso y el paisaje continua maravillándonos.



Y ahora tenemos la fortuna de avistar por primera vez a un wombat, que ni se inmuta ante nuestra presencia.



Al finalizar el trekking, Andrew y Susie, nos llevan a su hotel, donde nos invitan a comer junto al calor de un buen fuego. Ellos también han sido viajeros y saben lo que se agradecen estas cosas. Ahora tienen tres hijos pequeños que les obligan a llevar otro tipo de vida. Son muy buena gente.


Bajo un repentino y espléndido sol de primavera, regresamos a Devonport, donde pasamos una noche más con Bob y Vicky, que nos han tratado de maravilla.
Por la mañana iniciamos ya nuestra ruta ciclista alrededor de Tasmania. La idea es abandonar la ciudad, que se encuentra situada al norte de la isla, y dirigirnos hacia la costa este, para después recorrerla en dirección sur. Bob ha decidido acompañarnos durante un tramo de la etapa de hoy, que de momento está siendo espectacular. Los verdes paisajes son alucinantes, el cielo se muestra llamativamente límpido y la temperatura es perfecta.





Alcanzamos la pequeña y tranquila ciudad de Sheffield. Aquí nos despedimos del bueno de Bob. Gracias por todo, amigo.



Pedaleamos entre granjas y verdes praderas infinitas. Súbitamente, como aparecida de la nada, empieza a formarse una monumental tormenta frente a nosotros, que está dejando caer una densa y copiosa cortina de agua sobre el Mount Roland, la espectacular montaña hacia las que nos dirigimos.


Los negros nubarrones galopan hacia nosotros acompañados de un repentino y furioso viento, así que pedimos cobijo en una granja a la espera de que pase el chaparrón, que ahora ya golpea el techo bajo el que estamos saboreando un té bien caliente cortesía del amable Wesley.
Poco más de una hora más tarde, luce un sol de bandera que hace pensar en la tormenta como un producto de nuestra imaginación.
Queda claro que el clima en Tasmania es extremadamente inestable, y más en esta época del año.  Los lugareños explican que aquí se pueden experimentar las cuatro estaciones en un solo día. Totalmente cierto.



Parece que una vez lejos de la ciudad no hay más que profusos bosques y verdes granjas, que se combinan grácilmente convirtiendo el trayecto en una delicia.
Dejamos atrás el espectacular Mount Roland y algo más tarde iniciamos el duro ascenso al Mount Claude. Con bastante sufrimiento alcanzamos el punto más alto de la carretera y nos deleitamos con las fantásticas vistas. Desde aquí tenemos una increíble perspectiva que nos ayuda a hacernos una idea de la montañosa orografía de la isla y de lo que nos espera a lo largo de este mes. También desde aquí observamos en la distancia el lugar desde el que venimos y de todo el recorrido realizado.




A partir de ahora toca descender y empezar a adentrarnos en el bosque a través de una carretera de tierra que se cerró hace tiempo debido a su peligrosidad, pero a la que podemos acceder en bici. La pista serpentea junto a un vertiginoso barranco que finaliza en las aguas del lago Cethana. Cada pocos metros, aparecen descomunales árboles caídos que invaden la tortuosa senda y, cuando no, es un derrumbamiento de rocas lo que la bloquea.



Todo hace que avancemos muy lentos. Este último tramo se está eternizando. Incluso empezamos a dudar de que vayamos a llegar a alguna parte. Esta carretera es una aventura en sí misma. Es fácil comprender por qué decidieron cerrarla, aunque es una pena, porque es verdaderamente espectacular.
Y por fin, cuando el cielo empieza a insinuar ya las anaranjadas tonalidades que indican que más nos vale llegar pronto a algún sitio, alcanzamos nuestro destino.





Lorinna es un sueño hecho realidad. Se trata de una pequeña y remota aldea, perdida entre hermosos y vírgenes bosques, en la que hace años se fundó una de las primeras comunidades australianas de gente que pretendía llevar a cabo un estilo de vida alternativo. Y eso sigue siendo hoy en día, un lugar idílico donde sus cincuenta y cuatro habitantes viven de forma más o menos autosuficiente, del campo y de los animales. Aquí los niños son educados por sus padres y la gente vive armónicamente desarrollando sus actividades en mutua cooperación. Las casas con sus granjas son preciosas y el entorno junto al lago es privilegiado.



Algunas de estas personas practican la religión budista, incluso disponen de un pequeño templo.



Su respeto por la naturaleza hace que por aquí todos los animales campen a sus anchas sin miedo de la gente, lo que provoca que constantemente nos topemos con multitud de canguros, ualabíes, enormes erizos y demás criaturas del bosque que apenas se sobresaltan ante nuestra presencia..


Es como estar caminando dentro de un cuento. Difícilmente existirá en el mundo un lugar donde el adjetivo bucólico sea más apropiado.
En Lorinna nos alojamos en casa de Annie y Burt, a quienes conocimos a través de Warmshowers, la genial web de cicloviajeros que tanto nos está ayudando.
Nos ofrecen una espectacular casa para nosotros solos.


Y nos alimentan con unos elaborados y deliciosos platos vegetarianos, cocinados en su antigua y bonita cocina de leña.




Agradecidos por su hospitalidad, les echamos una mano trabajando en el campo. Hoy, como cada lunes, la gente se reúne para ayudar a algún miembro de la comunidad. Toca sanear un huerto.
El trabajo concluye con una sabrosa comida colectiva.





Toda la gente del lugar es maravillosa, y pasamos los días de casa en casa, disfrutando de su compañía y de las delicias más caseras y naturales que jamás hayamos probado.




Tras unos días en este mundo mágico y muy a nuestro pesar, debemos continuar pedaleando. Por suerte, la maravilla que nos rodea constantemente nos anima rápido. Volvemos a las solitarias carreteras, a los tupidos bosques, a las tranquilas granjas y al deslumbrante verdor de las vastas llanuras. Tasmania huele a hierba fresca y su sonido lo acaparan mugidos, validos y música de aves. Son las duras pendientes las que de tanto en tanto rompen el embrujo. También ocurre que el día más cálido y radiante se viste de sombra y frío sin dar tiempo a pestañear. En ocasiones, preferimos pedalear cuesta arriba sólo para sentir calor. Pero así es este lugar y así debe ser disfrutado.









Hoy alcanzamos la pequeña ciudad de Deloraine, atractiva como casi todas debido a su calma y a sus seductores y antiguos edificios. Evidentemente, nada comparable a las ciudades europeas, aquí nada tiene más de doscientos años, pero se trata de una arquitectura diferente de la que estamos acostumbrados, que siempre despierta en nosotros esas curiosas reminiscencias cinematográficas de western. Además, todo está bien conservado, limpio y cuidado con gusto.



Aquí pasamos la noche en casa de Lars, el hijo de Annie y Burt, y, al día siguiente, a lo largo de una etapa sorprendentemente plana, sencilla y, como siempre, saturada de verde, alcanzamos otra diminuta urbe. 





Nos encontramos en Evandale, alojados en casa de Johny, el hermano de Bob, que desde la distancia nos sigue ayudando. Parece que en Tasmania, conociendo a una persona, se conoce a todo el mundo, lo que nos viene genial.




La razón de haber llegado aquí no es otra que alcanzar en bici la cima del Parque Nacional Ben Lomond,  ascendiendo a través de una de las carreteras más espectaculares por las que jamás hayamos pedaleado. A esa carretera la llaman la Jacob´s Ladder, la bíblica Escalera de Jacob, que se apoyaba en la tierra y cuya cima alcanzaba los cielos. Nunca una metáfora fue más acertada. Hace meses descubrimos por casualidad una fotografía de este impresionante lugar, y en ese momento decidimos que queríamos visitarlo a toda costa.
Y aquí estamos, ascendiendo esta endiablada carretera de tierra que zigzaguea empinada, encaramándose a los escarpados riscos de dolarita que componen esta sobrecogedora montaña.



El espantoso frío desaparece rápido cuando un doloroso calor empieza a invadir las piernas. Más que hacia el cielo, parece que estemos pedaleando hacia el infierno. Mirar hacia abajo y observar lo pedaleado anima. Hacia arriba, mejor no mirar. A poco de llegar al final nos detenemos a tomar algunas fotos. Lo que se ve desde aquí es estremecedor, alucinante. Pero más vale una imagen que mil palabras.



Tras un rato disfrutando del silencio de la cima y de la suerte de poder estar aquí, nos disponemos a regresar a Evandale.






Del descenso de la Jacob´s Ladder, sólo apto para temerarios, mejor ni hablar, ¡para matarse!
Tras otra noche con Johny y su familia que, para variar, nos han hecho sentir como en casa, ponemos rumbo a la ciudad de Launceston, la segunda más importante de Tasmania. Se trata de una atractiva urbe, tanto por sus antiguos edificios como por la espectacular garganta que la riega.




Aquí nos esperan Vicky y Malcom, dos geniales cicloviajeros registrados en Warmshowers que están convirtiendo estos días en una gozada. Vicky, que es encantadora, es una gran aficionada a la cocina, así que no es necesario explicar cómo nos están alimentando. Prepara unas deliciosas mermeladas que vende los sábados en su parada de un pequeño y encantador mercado de productos caseros. Allí vamos a echarle una mano con la venta.





Malcom es un apasionado de las bicis que nos ayuda a planear nuestras siguientes etapas y nos muestra rutas alternativas. Esta pareja, que ya no son dos pipiolos, se recorrieron parte de Europa en bici el año pasado. Es genial encontrarnos a este tipo de gente.
Desde su casa en la colina, disfrutamos de una bonita panorámica de la ciudad.



Con estos amigos maravillosos y extremadamente generosos pasamos unos agradables y divertidos días disfrutando de Launceston.




Aquí hemos descubierto una buena cerveza con un nombre muy especial.




Abandonamos la ciudad acompañados por Malcom, que se une a nosotros en los primeros kilómetros de la etapa de hoy, en la que pedaleamos en paralelo al río Tamar durante un buen trecho.




Al parar a comer recibimos la visita de dos llamativos pavos que están a la espera de nuestras sobras, pero éstas no van a llegar, estamos siempre hambrientos y no desperdiciamos ni las migas. Es increíble la facilidad con la que se nos aparecen preciosos animales en cualquier sitio.


Ahora pedaleamos a través de una región vinícola donde abundan los viñedos que dan cuerpo al fabuloso vino tasmano.



Por la tarde alcanzamos la diminuta aldea de Lillydale, y poco después encontramos un área de descanso en la que está permitida la acampada. En Tasmania abundan este tipo de campings, muy básicos, pero gratuitos. No disponen de mucho más que un lavabo y alguna mesa, pero a nosotros nos vienen como anillo al dedo. Además suele estar permitido hacer fuego, cosa casi indispensable para hacer frente a estas frías noches. Aquí dormiremos hoy, y muy tranquilos, porque estamos completamente solos.
En esta época del año no es necesario madrugar mucho, ya que disponemos de más de quince horas diarias de luz. A las cinco de la madrugada empieza a amanecer, y no regresa la noche hasta pasadas las ocho de la tarde. Además es preferible salir del saco cuando el sol ya está calentando la gélida mañana.




Hoy la jornada comienza con una pendiente descomunal que nos calienta más que el sol desde bien temprano. A lo largo de una etapa repleta de colinas, continuamos recorriendo más kilómetros de estas estrechas carreteras sin arcenes que, por suerte, están muy poco transitadas. 
Es terrible observar la enorme cantidad de animales salvajes atropellados que yacen en la calzada, pero es que es increíble lo abundante de la fauna en Tasmania.






Al llegar al pueblo de Scottsdale encontramos otro camping gratuito. Es algo pronto, pero el lugar nos gusta, así que aquí dejaremos de pedalear hoy. En unas barbacoas cercanas nos cocinamos unas sabrosas salchichas de canguro. Es la primera vez que probamos este tipo de carne, y la verdad es que no está nada mal.



Esta noche no estaremos solos, varias caravanas pernoctarán aquí. Observamos cada día a mucha gente que recorre la isla en estos grandes vehículos, algunos verdaderamente espectaculares. La cultura del caravaning es muy popular en Australia. 



Acabamos de tener la fortuna de avistar un ornitorrinco con su cría en un estanque cercano al lugar donde hemos acampado. Se trata, sin duda, del animal más extraño que jamás hemos visto. Es un mamifero semiacuático que extrañamente pone huevos en lugar de dar a luz crías. Parece una nutria pero con un hocico en forma de pico de pato, y posee un espolón venenoso. Cosas de la fauna australiana.
Por la mañana nos despedimos de nuestros vecinos campistas y empezamos a pedalear por un terreno especialmente montañoso, parte del cual evitamos tomando un oculto sendero por el que circulaba una antigua vía de tren y que se adentra en el bosque. Malcom nos habló de esta ruta, y lo cierto es que merece mucho la pena. 



De nuevo en la carretera, el paisaje es sublime, pero las pendientes también.



Y aquí, en las montañas, cerca de la pequeña aldea de Weldborough, llegamos a nuestro siguiente destino, la granja de Ian y Fran, también amigos de Kieran, que se ha convertido en todo un ángel de la guarda. Qué importante fue conocerlo y cuánto nos está ayudando.
Ian y Fran son una intrépida pareja que, hace unos cuarenta años, en su época hippie, recorrieron parte de Australia siguiendo una ruta casi idéntica a la nuestra, con la diferencia de que ellos lo hicieron a caballo.
Ahora viven en un enclave idílico en mitad del bosque. Amantes del buen beber y mejor comer, nos permiten acompañarlos durante un par de días.






Francis nos regala una visita al bosque verdaderamente sorprendente. Ocurre que cuando uno lleva tanto tiempo viajando y descubriendo tantos lugares, las cosas van dejando de sorprender, que no de maravillar. Porque no es lo mismo estar sorprendido que maravillado. Pues bien, este lugar ha conseguido despertar ambos sentimientos, algo extraño después de tantísimos bosques como hemos pisado, pero es que éste es realmente bello, especial, mágico.








Impresiona ver aparecer súbitamente de entre el saturado verdor de la compacta y desbordante maraña, los enormes restos oxidados de un viejo mecanismo que hace un siglo y medio funcionaba a toda máquina para extraer el estaño de una mina que el bosque ya ha devorado.


Pero no todo iba a ser perfecto, ahora viene la parte desagradable, ahora es cuando hay que tratar de desprenderse de las sanguijuelas que se dan un festín succionándonos.


Nos despedimos de nuestros maravillosos anfitriones en el día en que debemos alcanzar la costa este. Descendemos de las frías montañas rodeados de la húmeda y tupida floresta que al rato, ya cerca del valle, desaparece para ceder el protagonismo al verde rabioso de las praderas.








Por fin alcanzamos el litoral, bañado por las frías aguas del Mar de Tasman.
Por suerte, Ian nos ofreció un lugar donde pasar la noche cerca de aquí. Se trata de la casa en la que él, que es carpintero, está trabajando. Los propietarios son amigos suyos y están fuera, así que no hay problema en ocuparla. Por supuesto aceptamos encantados, pero mucho más encantados quedamos al llegar al lugar. Vamos a disfrutar de una preciosa casa situada a orillas de la Bahía de George, cercana a la ciudad de Saint Helens. No nos podemos creer la fortuna de la que estamos gozando. Menudo paraje, es difícil explicar qué es más espectacular cuando uno se asoma a la terraza, si las vistas o el silencio tímidamente interrumpido por la melodía del agua al acariciar las piedras de la orilla.



A escasos pasos de la acogedora vivienda, en la orilla de la bahía, presenciamos uno de esos hermosos atardeceres que se quedan grabados en la retina igual que el reflejo de las nubes se graba en estas mansas aguas formando una imagen insólita.





Hoy alcanzamos la deseada playa. Parece que esta costa promete ser fascinante, apenas hemos visto nada y ya estamos sobrecogidos por su esplendorosa apariencia. La ruta hacia el sur recorriendo este exuberante litoral se antoja impresionante. Así que allá vamos, aunque para eso debamos enfrentarnos a los vigorosos y fríos vientos antárticos que soplan hacia el norte, haciéndonos sufrir más de lo deseado. Parece que tratan de disuadirnos, como  si pretendieran  guardar con celo estos asombrosos parajes. Pero ya se sabe, mayor es la satisfacción cuanto mayores son las dificultades.
Tasmania no es grande, pero da mucho de sí. Así que: continuará.



10 comentarios:

  1. Això es fantàstic nois, espero el proper capítol.
    Un petó.
    Tiet Ramon.

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  2. hola tito Javi y tita Claudia estais muy guapos
    un beso
    tito chicha
    tengo 5años
    alex
    si me haces una pulsera
    adios

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  3. Vaya vida de ricachones os estais tirando... un lujo, aunque merecido despues de tanto pedaleo...
    Fotos increíbles, como siempre. Bueno, qué decir a estyas alturas del viaje, un sitio supera el otro porque Nueva Zelanda es de cuento...Besos grandes y hasta pronto:Kiss,kiss,kiss............Mum

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  4. Definitivamente me habéis convertido en un envidioso, lo reconozco.Que bucólico y utópico Lorinna, para imitar. Pregunta recordando Japón ¿ podría ascender la Jacob`s Ladder? Impresionante.
    Siempre encontráis buena gente...por otro lado, por algo será.
    Seguir vuestra aventura haciéndonos participes de la misma.
    Muchos besos....

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  5. MOLTES FELICITATS CLAUDIA, PER EL TEU ANIVERSARI,QUE PASSIS UN DIA ESPLENDIT I SEGUIU GAUDIR-NOS D'AQUEST VIATGE TAN MARAVELLOS I PLE DE FELICITAT TAL COM SE US NOTA A LES VOSTRES CARES.
    ENS TENIU ENTISIASMATS AMB LES VOSTRES AVENTURES, SON FANTASTIQUES,JA PODEU CONTECTAR AMB ALGUNE ADITORIAL SEGUR QUE SERA TOT UN EXIT. ESPERAN MES NOTICIES AMB IL.LUSIO UN PETO MOLT FORT.....MUAK,MUAK,MUAC.......
    Petonets,
    Montse Rius

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  6. HOLA PAREJA, MENUDA PASADA DE FOTOS ¿,QUE ESTAIS EN EL CULO DEL MUNDO ? YA ME GUSTARIA A MI ESTAR EN ESE CULO. CLAUDIA FELIZ CUMPLEAÑOS..... YA TIENES UN CUARTO DE SIGLO , EN EL ANTERIOR BLOG TE FELICITE POR ADELANTADO. BUENO SOBRINITOS COMO DIGO
    SIEMPRE SEGUID TENIENDO ESTE BUEN ROYO CON LA GENTE QUE COMO DICE PACOSAN POR ALGO SERA, MUCHOS MUASSSSSSSSSSS, Y HASTA PRONTO ESTAIS GUAPISIMOS

    TATA

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  7. Holaaa!!
    Madre mia... No tengo palabras!!. Cuantos paisajes y estaciones de lo mas variado!!. Desde bosque humedo a playa paradisiaca!. Y que decir de la carretera infernal... En serio que Tasmania me ha sorprendido mucho!!. Me alegro tanto que en vuestro camino hayais encontrado a angeles de la guarda que, aun en la distancia sigan estando ahi y os ayuden... Desde luego por todo lo que estais viendo y conociendo, vale la pena. Y por la gente que hallais en el camino, mas!!!. Y os mereceis todo lo bueno y mejor chicos!!
    Las fotos como siempre, espectaculares y el relato, digno de libro. Continuo pensando que esta aventura se tiene que inmortalizar en libro!!. Bueno nois, aqui tengo un angelito tambien y se esta despertando, asi que manos a la obra ;-)
    Un besazo enooorme y esperamos impacientes vuestra proxima entrada!!
    Muuuuaaak de Laia y Maite :-)
    PD- Como dice vuestra tata, estais guapisimos!!

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  8. Os van a llamar los jetas de Australia!!! Que suerte tenéis! Felicidades Claudia!!! Sergio.

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